Epigenética y síndrome metabólico

03.04.2024

El Síndrome Metabólico fue descrito por primera vez por Reaven en 1988. Es un conjunto de alteraciones metabólicas que están relacionadas con la resistencia a la insulina y la obesidad. Según cifras de la Federación Internacional de Diabetes (IDF, por sus siglas en inglés), casi la mitad de los mexicanos mayores de 20 años padecen esta afección, a veces de manera asintomática, que puede generar múltiples complicaciones en diferentes órganos e incluso la muerte (Maíz 2005). Los criterios básicos para diagnosticarlo incluyen la alteración de la tolerancia a la glucosa, resistencia insulínica, hipertensión arterial, dislipidemia, obesidad y microalbuminuria (Aleixandre 2007, Meco 2002). Si bien puede haber predisposición genética al desarrollo de este síndrome, la epigenética tiene un rol dominante. La alimentación tiene un rol importantísimo. La dieta occidental, alta en grasas saturadas y en azúcares simples influye claramente en la modificación de las marcas epigenéticas, predisponiendo a la inflamación crónica, a la insulinoresistencia, la dislipidemia y la obesidad, estimulando la vía mTOR. Otro factor fundamental es el sedentarismo, que reduce el metabolismo energético. Esto hace que los azúcares no pueden ingresar en la célula y se transformen en grasas, que se acumulan en los tejidos, lo que también lleva a insulinoresistencia y obesidad.

La importancia del Síndrome Metabólico desde el punto de vista clínico está relacionada con el impacto en la morbimortalidad cardiovascular. Los pacientes con patología coronaria y síndrome metabólico tienen mayor número de lesiones coronarias. También hay una tendencia casi significativa a presentar mayores antecedentes de infarto de miocardio (Maíz 2005). 

El tratamiento convencional se orienta a mejorar la resistencia insulínica y al tratamiento de la obesidad, promoviendo hábitos de vida saludables, como la alimentación apropiada y estímulo de la actividad física.  También deben tomarse medidas para evitar las complicaciones cardiovasculares orientadas a reducir o mantener la tensión arterial en niveles normales y controlar el perfil lipídico (Maíz 2005). Estas orientaciones básicas suelen acompañarse, de ser necesario, por tratamientos farmacológicos.

Las drogas insulinosensibilizadoras, los antihipertensivos y los hipocolesterolemiantes forman parte de algunos de los elementos que los médicos suelen utilizar para estos fines (Maíz 2005).   

Los péptidos bioactivos han demostrado ser efectivos en diabetes y en patologías cardiocirculatorias.  Algunos biopéptidos inhiben específicamente la actividad de la angiotensina convertasa, que es una enzima que aumenta la presión arterial. Los biopéptidos de colágeno, miocardio e hígado son los más utilizados para la prevención o el control de la hipertensión arterial. Se sabe también que muchos péptidos ejercen un efecto reductor del colesterol. Varios estudios científicos han demostrado que los biopéptidos de colágeno reducen significativamente los niveles sanguíneos de glicemia y colesterol. (Shimizu 2006). Todo esto hace que a nivel arterial mejoren el perfil lipídico y la capacidad antioxidante, con lo que reducen el riesgo cardiovascular (Yang 2014).

Los hongos  terapéuticos también pueden ayudar.  Sabemos que el shiitake (Lentinus edodes), el melena de león (Hericium erinaceum) y el champiñón de sol (Agaricus blazei) ayudan a regular el colesterol, los triglicéridos y la glicemia (Lindequist 2006). Por su parte, el Cordyceps sinensis y el shiitake tienen efecto hipotensor, lo que mejora significativamente el riesgo de eventos cardiovasculares. 

Entre los productos herbolarios, la moringa (Moringa oleífera) reduce las placas de ateroma y reduce los niveles de colesterol y triglicéridos (Fahey 2005). El café verde (Cofea arábiga)( contiene ácido clorogénico que regula los niveles de glucosa, colesterol, y triglicéridos y reduce el estrés oxidativo (Cho 2010) . La cúrcuma (Curcuma longa) por su efecto antiinflamatorio reduce también el riesgo de enfermedades cardiovasculares (Kocaadam 2017). 

En resumen, más allá de los medicamentos, que tienen su utilidad, también contamos con recursos naturales sin efectos secundarios que pueden ayudarnos a prevenir y/o tratar el síndrome metabólico, esta condición que tiene una alta incidencia en la población occidental, con una morbimortalidad muy importante.

Bibliografía

Maíz A. El síndrome metabólico y riesgo cardiovascular. Boletin de la Escuela de Medicina – Pontificia Universidad Católica de Chile. 30 (1), 2005

Aleixandre A, Miguel M. Síndrome metabólico. Endocrinol Nutr;54(9):473-8, 2007

Meco JF, Pintó X. Cálculo del riesgo cardiovascular. Clin Invest Arterioscl;14(4):198-208, 2002

Shimizu M, Tanabe S, Morimatsu F, Nagao K, Yanagita T, Kato N, Nishimu T. Consumption of Pork-Liver Protein Hydrolysate Reduces Body Fat in Otsuka Long-Evans Tokushima Fatty Rats by Suppressing Hepatic Lipogenesis. . Biosci. Biotechnol. Biochem., 70 (1), 112–118, 2006

Yang KT, Chen L, Liu C-W et al. Effects of chicken-liver hydrolysates on lipid metabolism in a high-fat diet. Food Chemistry 160:148–156, 2014.

Lindequist U, Niedermeyer T, Jülich W-D. The pharmacological potential of mushrooms. eCAM 2(3):258-299, 2005.

Cho A-S, Jeon S-M, Kim M-J, Yeo J, Seo K-I, Choi M-S, et al. Chlorogenic acid exhibits anti-obesity property and improves lipid metabolism in high-fat diet-induced-obese mice. Food and Chemical Toxicology 48(3), 937e943, 2010.

Kocaadam B, Sanlier N , Curcumin, an active component of turmeric (Curcuma longa), and its effects on health, Crit. Rev. Food Sci. Nutr. 57 (13) 2889–2895, 2017.